Maria Emilia !



viernes, 13 de febrero de 2009



Sí, soy de esas personas que tropiezan miles y miles de veces con la misma piedra. Que parece que le gusta caerse y tener que levantarse. Sí, los desafíos me atraen. Pero una cosa es eso y otra es vivir equivocándome con lo mismo. Perdí muchas cosas y noté que no las aproveché en su momento. Sin embargo, hoy no aprendo. Sigo sin darme cuenta de todas las cosas que tengo, que el día de mañana me van a faltar y sé que me voy a sentir responsable por no haberlas vivido más feliz, pero a pesar de eso no cambio mi forma de verlas. ¿Por qué? No lo sé, es de esas preguntas que no me contesto. Hace poco perdí a alguien muy importante en mi vida, y tiempo antes yo sabía que tenía que demostrarle a ese alguien y a mí misma lo importante que era.



Y cada vez que escuchaba su voz sabía que debía demostrar alegría y disfrutarlo y hacerlo sentir bien. Sin embargo, no lo hice. Sufrí el doble cuando tuve que llorarlo, porque sentía inmensa culpa. A veces pienso que nos gusta llorar. Que nos gusta sentirnos mal. Que si se nos viene el mal, que sea terrible. Estamos tristes y qué se nos ocurre? Escuchar canciones tristes. A veces pienso que es porque me gustan mucho los extremos. Si quiero alegría, quiero estar eufórica, quiero gritar, cantar, saltar, bailar y no parar. Si estoy triste, quiero llorar hasta que se me agoten las lágrimas del alma y hasta que mi cuerpo haya perdido todo tipo de humedad. El problema, es que es como que tenemos un medidor adentro. Algo que nos lleva siempre a lo neutral, a la nada. Por eso es que solemos vivir creyendo que estamos viviendo la nada. Y me molesta. Si estoy mal, permítanme sufrir como nunca en mi vida. Y si estoy bien, dejenmelo un ratito más.

Ahora que lo repienso, creo que es por esto que tropiezo con la misma piedra muchas veces. Mi reloj interno me lleva a mi estado neutral en menos de lo que canta un gallo, por lo tanto mi cabeza no llega a registrar la situación que acabo de pasar y mañana vuelvo a equivocarme.

Es mi sistema corporal e intelectual. Tal vez la mejor solución sea amoldarme a él, aprender de eso y antes de ponerme en mi estado neutro de vuelta, escribir cada palabra que pasa por mi cabeza.

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